La danza existe o no existe; eso es todo.
Si es, es con tal evidencia, con tal imperial y desafectada seguridad, que se me pone por encima de toda posible defensa, innecesaria. Su distinción, su delgadez suma, es su grande e invencible corporeidad, su resistencia y su victoria. Por eso considero la danza como algo esencialmente indefendible.
La danza, se explica sola; si no, no se explica.
Todo comentario a una danza se refiere a elementos circundantes de ella, estilo, lenguaje, sentimientos, aspiración, pero no a la danza misma. La danza es una aventura hacia lo absoluto. Se llega más o menos cerca, se recorre más o menos camino; eso es todo. Hay que dejar que corra la aventura, con toda esa belleza de riesgo, de probabilidad, de jugada. [...]
Estimo en la danza sobre todo la autenticidad. Luego, la belleza. Después el ingenio. Considero totalmente inútiles todas las discusiones sobre el valor relativo de la danza.[...]
Mi danza está explicada por mis danzas. Nunca he sabido explicármela de otra manera, ni lo he intentado.
basado en el texto original Poética I de Pedro Salinas
(2016)